“Carpe Diem”: un grupo de mayores de 50 años en busca del sueño de envejecer con amigos

La idea de compartir un vecindario autogestionado, que surgió en 2016, se encamina a ser el “cohousing senior” más grande de Uruguay.

“Somos los viejos hippies”, comentó entre risas Lizet de León (60) sobre su grupo de amigos “de toda la vida”, quienes en 2016 soñaron con el proyecto de “envejecer viviendo en comunidad”, algo que hoy está cada vez más cerca de volverse realidad.

Un día encontraron cómo se llama lo que imaginaban: un cohousing senior o, traducido, una covivienda para personas mayores.

Tiempo después, en 2022, en busca de una estructura organizativa para darle forma a la idea, dieron con el sistema cooperativo. “Es lo que nosotros somos: un grupo de personas que cooperan y que quiere fomentar eso”, detalló a Montevideo Portal.

“De alguna manera hemos tenido siempre esa fantasía de irnos a vivir con los amigos en algún momento de la vida: vivir y compartir nuestro tiempo con los amigos. Y, a medida que uno va creciendo, quiere concretar esa idea”, amplió De León.

A este ideal que fueron creando un día lo bautizaron como Carpe Diem. “Nos reímos porque todos somos más o menos de la década del 60 y del 50 y pico, entonces estaba muy de moda el tema de los hippies”, relató.

El objetivo de ella y sus compañeros de proyecto es generar un espacio diseñado, gestionado y administrado por sus propios habitantes. Eso sí, con una característica particular: todos deben ser mayores de 50 años.

El concepto se asimila a la cooperativa de viviendas tradicional. “Pero es más que la cooperativa, porque no es solo el servicio de alojamiento, sino que son todos los servicios de vivir en un lugar. Es un barrio autogestionado”, lo definió quien trabaja como bióloga para el Ministerio de Ambiente y preside de forma honoraria la cooperativa.

Foto: Carpe Diem

“Lo que tiene de hippie esto es que confiás en las personas. Creás una comunidad de amigos, una vecindad de personas con las que te conocés y con las que compartís cosas. Nos cuidamos entre todos, estamos atentos a nuestro vecino. No es que tengo un lugar donde vivir y me encierro. La idea es, justamente, velar por quien está al lado: si está bien, si necesita algo, o si vos necesitás algo; una ayuda mutua”, planteó Lizet, que es oriunda de Sarandí Grande, Florida.

De hecho, la mayoría de los integrantes de Carpe Diem son del interior e, incluso, en su época como estudiantes, vivieron juntos en Montevideo. Eso, dice, definió la impronta del proyecto.

“Crecimos con ese espíritu de barrio, y es algo que la sociedad te ha llevado a perder porque te tenés que defender como puedas. El individualismo y la competencia son valores que no compartimos del todo”, planteó.

El grupo, que empezó con tres personas y ahora está integrado por 13, ya compró un terreno de siete hectáreas en una zona cercana a la localidad de Santiago Vázquez, limítrofe con San José, y actualmente está en la etapa de diseño del edificio y los espacios comunes, con la ayuda de especialistas en el área social y arquitectónica.

“Estamos muy enamorados de nuestro terreno: tiene espacio, es soleado y, a su vez, es bien fresco. Además, tiene un bosque de ombúes”, expresó De León, maravillada, y sumó que el lugar cuenta con “buena conexión” porque se encuentra en el eje de la avenida Batlle Berres, en la entrada del Parque Lecocq.

Foto: Carpe Diem

Planificación

La cooperativa tiene su página web cohabitarcarpediem.uy , allí se puede encontrar información sobre ellos y algunos planos arquitectónicos de cómo se vería el lugar. Estos fueron trazados gracias a que entre 2020 y 2021 consiguieron el asesoramiento de Incubacoop, un dispositivo de impulso a cooperativas que existe dentro del Ministerio de Industria, Energía y Minería.

Así, en medio de la pandemia y con ayuda de especialistas en distintas áreas, generaron un plan de trabajo, trazaron un objetivo, y definieron cuestiones financieras y sociales de la cooperativa.

Hoy buscan sumar integrantes hasta llegar a ser 45 personas. “De los estudios surgió que el número óptimo son 30 alojamientos, de los cuales 15 sean completados con personas solas, y 15, con duplas”, contó Lizet de León, quien integra una “dupla” con Nacho, su pareja. “En eso estamos, consiguiendo principalmente duplas, porque personas solas hay un montón”, completó.

Antecedentes e inspiración

Si bien en Uruguay no existe un “cohousing” para la tercera edad en funcionamiento, sí hay al menos otros dos grupos que se están armando con “una idea similar”.

Se trata del colectivo Mujeres con Historia, integrado por mujeres feministas, y otra cooperativa a escala más pequeña llamada Angiru. Este último grupo también tiene un predio adquirido, ubicado en la Costa de Oro, y ya lleva construidas ocho viviendas.

En el caso de Carpe Dim, cuando se termine el proyecto —que esperan sea en 2027—, se convertirá en el cohousing senior más grande del Uruguay.

Pero hace ocho años, cuando empezaron, apenas se estaba conociendo el concepto de “coliving”, que hoy se ha popularizado entre los jóvenes. Por eso, ese grupo de amigos soñadores se ocupó de reunir información sobre cómo se organizan los cohousing en otras partes del mundo, y encontraron inspiración en proyectos de Dinamarca y España.

“De hecho, compañeros han estado en España visitando varios cohousings. A su vez, ellos han venido acá también para intercambiar, sobre todo, de las dificultades que conlleva”, detalló De León.

De todas maneras, admitió que “son realidades distintas administrativas y económicas”.

En Uruguay, por ejemplo, conformarse como cooperativa requirió de establecer un estatuto donde se sentaron las bases y la finalidad de Carpe Diem.

En ese documento, contó la presidenta de la cooperativa, se definió la edad para el ingreso entre 50 y 70 años. Sin embargo, la cooperativista acotó que el límite de 70 “admite excepciones”.

“Pretendimos ponerle un límite superior al ingreso como para decir: ‘No pienses que vas a venir con 90 años o con 80 años, cuando estás cansado, porque esto implica trabajar y estar activo. No es una casa de salud, no es un residencial”, enfatizó.

En esta línea, el estatuto tampoco autoriza la vida permanente de niños: “Sí pueden visitar o estar un tiempo”.

“Con 50 años, vos estás trabajando. La idea es que pueda servir, incluso, como una inversión. Si no tenés casa todavía, invertís tu dinero en Carpe Diem y tenés tu alojamiento. Podés trabajar, hacer tu vida normalmente y, cuando te vas de vacaciones, tenés quien te cuida las plantas o las mascotas”, dijo De León, y contó que, si bien todos los miembros empezaron trabajando, a lo largo de estos años se fueron jubilando y hoy son “cuatro o cinco” los económicamente activos.

Foto: Carpe Diem

Financiación y socios

Por ahora la cooperativa se autofinancia en un 100% a través de aportes individuales de sus miembros.

Para ingresar se debe abonar durante 12 meses la cuota de gasto social, que son unos $ 1.800 (300 Unidades Indexadas) mensuales.

Además, tienen de tres a seis meses —dependiendo de si es una persona sola o una dupla— para pagar alrededor de US$ 17.000 y unas 5.500 Unidades Indexadas (unos $ 33.000), que es el monto total que han invertido por persona los socios que ya son parte de Carpe Diem hasta ahora.

Y, si bien todavía no tienen un monto total de la inversión, son conscientes de que van a necesitar, al menos, un préstamo puente para ejecutar la obra.

“Todos tenemos nuestra propia casa, que la vamos a tener que vender para terminar de pagar el ingreso a Carpe Diem. Pero, mientras tanto, vamos a necesitar un préstamo por un período que estimamos de tres o cuatro años. Ahí devolveríamos el dinero”, especificó De León, y apuntó a que están abiertos a financiación de privados, pero que este tipo de construcciones en Europa “se suelen financiar con banca ética, porque son proyectos sociales”.

De todos modos, los vecinos aclaran que no se ingresa solo por contar con los fondos y cumplir con el requisito de la edad. El proceso para el ingreso lleva, por lo menos, dos meses.

“Nos vamos conociendo, nos reunimos, con algunos en forma individual, y después en actividades con grupos”, afirmó De León. “No es: ‘Me gusta la idea, tengo la plata y entro’. No. Hacemos reuniones, talleres, actividades y, ahora que tenemos el terreno, nos facilita bastante tener encuentros con los aspirantes”, amplió.

El sueño

“¿Cómo será Carpe Diem edificado? ¡Continúa el trabajo de intercambio y apoyo técnico que nos tiene super entusiasmados y felices!”, se lee en una publicación realizada el 21 de julio en Facebook por los integrantes del futuro vecindario.

Allí aparecen fotos de De León y sus otros 12 compañeros. En la galería de imágenes se aprecia una sala con las paredes atestadas de planos del campo en donde vivirán, llenos de post it y marcados con colores.

El complejo que sueñan tendrá apartamentos individuales, pero también espacios para actividades comunes, que valoran “muy importantes”.

El edificio tendrá un comedor grande, pensado como un lugar de encuentro para hacer, al menos, una comida al día seis días de la semana.

“Nos imaginamos que podríamos tener otros salones para gimnasia, baile o reuniones y cumpleaños. Además, pensamos en espacios más tranquilos como una biblioteca o una salita de juegos”, detalló.

Y también sueñan con espacios exteriores, como placitas, bancos, jardines, una huerta y distintos tipos de espacios que faciliten el encuentro. 

“Eso es lo que nos imaginamos, todo depende de cuánto nos cueste hasta dónde podremos construir”, culminó De León con notorio entusiasmo, pero con cierta cautela.

Fuente: Montevideo Portal